¿Cómo superar el diálogo en el plano de nuestra vida personal y llevarlo al campo de las expresiones más íntimas si no cultivamos la ternura, garante de confianza y amor dentro del hogar? Confianza entendida en este caso como seguridad o certeza de que me valoran y por lo tanto me respetan y me aman.
La ternura o contacto afectuoso entre
dos cuerpos fue el primer mensaje que de nuevo le hizo percibir y sentir la
presencia materna y todo lo que ella significaba (protección, calor, nutrición,
confort), al niño o niña que acababa de nacer y que se encontraba desubicado
ante el asedio e impacto de los nuevos estímulos. Este contacto frecuente, con
las sensaciones que transmite, con las voces que lo acompañan y con las
repetidas imágenes que percibe, es lo que le permite al niño o a la niña
generar confianza, seguridad y apego con quienes lo atienden para luego dejar
entrever con claras evidencias a través de sonrisas, balbuceos, agitación de
brazos y pies, entre otros, que reconoce esas presencias.
Es fácil deducir entonces que la
ternura significa todo para el niño o niña: seguridad, confianza, amor e
incluso satisfacción de sus necesidades básicas porque es de esta manera que
aprende a percibirlos.
¿Por qué interrumpir entonces, a veces
de manera intempestiva y sin mayor justificación, esta comunicación de
seguridad, confianza y amor que lo significa todo para el niño o niña?
¿Es la falta de percibir seguridad,
confianza y amor a través de la ternura, lo que induce a los niños y niñas a
chuparse los dedos y a manifestarse inseguros, retraídos, silenciosos,
insatisfechos, apáticos y a veces inconformes y/o agresivos?
El niño y la niña siguen necesitando
saber que los aman y fue a través del contacto y la ternura que aprendieron a
reconocer el amor y a satisfacer las necesidades básicas.
Por la salud mental de los niños y las
niñas y por la misma necesidad que tienen los padres y las madres de permanecer
en contacto con ellos, no hay que romper por ninguna razón esa comunicación
primaria con los hijos ya que ésta, unida al diálogo natural que debe fluir
entre padres e hijos, es la que permite trascender al plano de la comunicación
porque se fundamenta en la confianza y el amor.
Los docentes de los primeros grados
reciben este legado de los padres en forma especial, porque “Son sus segundos
padres” tal como nos lo repitieron frecuentemente.
Qué bien por los docentes que,
tratando de ver en sus estudiantes a sus propios hijos u otros seres queridos y
haciendo gala de su comprensión, pueden ofrecerles ternura y procuran evitar
que se rompa el mensaje de seguridad, confianza y amor que ella significa.
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